
Duele.
Quema.
Mata.
Pero sobrevivimos a ello, tratamos de solucionar el error y compensar el daño causado.
Pero, ¿Qué pasa cuando nos decepcionamos a nosotros mismo?, ¿Qué ocurre cuando no estás en armonía contigo mismo?, ¿Qué pasa cuando no te puedes ni mirar al espejo porque te duele incluso mirarte al propio reflejo de tus ojos?
La solución no está en la aceptación de la derrota, sino en asumirla, aprender y sacar las fuerzas para superarnos. A cada instante, de cada día, de cada mes, de cada año de nuestra vida.
La solución no es sentarse a contemplar como la llama apagada nos enfría sino en dejarte las manos para volverla a encendarla, porque quién algo quiere algo le cuesta pero si luchas por ello, lo consigues.
Cuantísima razón, Mario : )
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