viernes, 21 de enero de 2011



Cuando corres tu mente viaja a una velocidad superior a la de tus pies. Muchas veces se te olvida hasta cuál es el verdadero destino, sin embargo pones todo tu esfuerzo en terminar la carrera. El corazón bombea más y más rápido. Tus músculos quemados continúan moviéndose a pesar del dolor que supone luchar contra la naturaleza, luchar contra una meta. Y ahí está tú, zancada tras zancada vislumbrando cada vez más cerca la meta. Y es entonces cuando en lugar de aminorar el ritmo, lo aceleras, y llegas; y la cruzas.

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